Crítica de arte realizada por el intelectual dominicano Mariano Lebrón Savillón

 

Osiris Gómez y su evolución pictórica
Por Mariano Lebrón Saviñón*

Osiris Gómez, artífice del pincel, creador de una obra valiosa, luminosa, como vórtice de huracán, y sereno, como tranquilo amanecer. En sus variados cuadros muestra una coherente evolución de equilibrio e Inspiración, en que el color se jerarquiza y se expresa en una atmósfera serena, evocadora de la gracia divina y del milagro, al mismo tiempo. Nunca he escrito con tanto fervor y admirativo deleite como hago ahora de Osiris, recia juventud triunfante en el arte pictórico, a través de un surrealismo abstracto figurativo con un perfecto dominio del dibujo y el color que vibra en sus pinturas con silentes melodías cálidas y profundas. Admiro en él su maravillosa fuerza creadora, su pertinaz comunión con la belleza, su hierática casi divina devoción artística y, sobre todo, su humildad alabable y conmovedora. Con ocasión de la segunda muestra personal, el 18 de marzo de 1993, que tituló Danza de los espejos, la notable critica de arte Marianne de Tolentino afirmó: «Osiris Gómez es un joven sincero, preocupado y trabajador. Son virtudes muy favorables para su carrera de artista» y Juan Bosch: «Osiris es el Dalí de las Américas».
Otros insisten en su comparación con Dalí, pero en la capacidad fantasiosa de su fuerza creadora, nunca en el estilo. En el mundo onírico de osiris, lo que juega, como duende en la fronda, es una diáfana y tranquila emanación de cosas célicas, de abstracciones extasiantes, como los días alcionios, cuando en el horizonte estalla el sol en un divino efluvio de fulgores. Frente a la obra de Osiris Gómez se siente una sensación de paz, a pesar de que muchos de sus temas parecen evocación de absurdides arcanas. Nada es absurdo en el arte. Fue Goethe quien dijo: «…Lo antinatural también forma parte de la naturaleza. El que no lo ve en todas partes, no la ve en ninguna parte». Pero Santa Teresa de Jesús habla contado: «Dios anda entre los pucheros», que es lo mismo que pensar que pueden encontrarse perlas hasta en los pantanos. Todo es verdad. Cuando los apóstoles corrieron asqueados ante la podredumbre de un lobo muerto, Cristo se detuvo a contemplar la impoluta belleza de sus dientes blancos. Me complazco, con legítimo orgullo, en saludar y ponderar la obra pictórica de un excelente pintor dominicano.

• El autor es miembro de la Real Academia Española; Presidente de la Academia Dominicana de la Lengua: miembro de la Academia Puertortlguaña da AM y Ciencia; miembro de la Academia Norteamedcana de la Lengua Española, Profesor distinguido de le Universidad Nacional Pedro Henrlqued Ureña; Doctor Honods Causa en aencias y Letras de la Universidad Interamericana, Santo Domingo, 1981 Premio Nacional de Literatura, Santo Domingo, 1999; Premio Vascencelos 1992, Ciudad Mildo, Jurado del Premio Cervantes, Madrid, 1994. Ha publicado varias obras entre las que se encuentran ‘Historia de la cultura dominicana’, Tempo en la fierra». entre otras.