Crítica de arte realizada por el Crítico de arte dominicano Abil Peralta Agüero
Sobre la nueva producción pictórica de Osiris Gómez
PROCEDIMIENTOS SIMBOLICOS Y METAFORICOS EN LA CONSTRUCCION DE UN UNIVERSO PICTORICO ESENCIALMENTE SURREALISTA.
Por. Abil Peralta Agüero*
“El inconsciente es la región del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad sino que forma un todo con ella. El arte, en esa esfera, no es representación sino que forma un todo con ella”. André Bretón, en “El Surrealismo y la pintura”, 1928, abordando “La Psicología surrealista”.
Oxigenarse el cerebro hasta el límite de llegar a estados de conciencia alterados; partirse el corazón en múltiples estaciones de pasión en procura de emociones inéditas; expandir los estados de plenitud espiritual de su imaginación en busca de alcanzar la consustanciación conectiva con la materialidad de la inmaterialidad más pura de la imagen, es precisamente lo que ha experimentado el pintor dominicano Osiris Gómez (Puerto Plata, 1964) para transitar por las complejidades creativas y constructivas de los lenguajes del Surrealismo en plena correspondencia con la naturaleza y compromiso creativo de su personalidad e identidad artística personal.
Un acto y compromiso que históricamente el artista ha experimentado desde la presentación en 1991 de su primera exposición individual titulada con el sugestivo n o m b r e de su nombre: “Osiris Gómez/Primera exposición individual”, compuesta por un cuerpo de obras directamente asociadas a los principios estéticos, conceptuales, filosóficos y temáticos que dan fundamento al Surrealismo universal, premonitoria y visceralmente creado por el pensador francés André Bretón como la plataforma que da simiente al arte moderno y a las vanguardias más radicales del siglo xx, expandida hasta sus altos niveles de influencia y presencia activa en los lenguajes y constructos técnicos y conceptuales del arte contemporáneo.
Reflexiono que de ninguna manera el profesor Juan Bosch estaba equivocado cuando la noche de la inauguración de la primera exposición de Osiris Gómez en las salas de exposiciones temporales de Casa de Bastidas, a la manera de premonición, anunciaba el exitoso andar artístico de quien décadas después, se convertiría en una presencia notable dentro de la particular historia de lo que he denominado en varios textos y conferencias como “el espacio histórico del Surrealismo dominicano”.
Después de aquel estimulante encuentro entre el Juan Bosch el narrador, el intelectual, el pensador y hombre formado en la destreza de la escultura, (basta recordar, como bien recuerdo la cabeza modelada y vaciada en bronce con la imagen de su hijo Patricio, que Bosch tenia y exhibía con orgullo en su oficina de la calle Cesar Nicolás Penson), con el joven pintor Osiris, este emprendió solo el camino que él mismo había asumido como un compromiso con su propio destino profesional, ser artista y nada más; pero ser un artista auténticamente surrealista como en efecto lo es hoy, forjador y creador de un arte cargado de una sensible humanidad cuyo lenguaje plástico y visual se revela en su plenitud más compleja y elevada como pertenencia y absoluto de su propio ser ante la mirada del espectador, y como creador de un repertorio de imágenes visionarias y arcanas que parecen convivir como revoloteo y retozo en nuestra memoria al solo primer contacto con la magicidad de sus telas.
“Osiris Gómez es el Dalí de las Américas”. Aquella afirmación pública, casi como una sentencia, dictada por Juan Bosch, expresada con la potencia y seguridad de su reciedumbre intelectual y cultural, recuerdo, desencajó el plantel de la crítica de arte dominicana de la época, y aun vigente, porque las nomenclaturas, herramientas y apertura de visión para mensurar los niveles de aceptación de la obra de un artista, sobre todo joven para entonces, estaban normadas por las categorías históricas y personales de los creadores consagrados, establecidos y de larga trayectoria, por lo que se consideraba un atentado contra el ritmo de la historia pretender tomar por asalto los espacios consagratorios ya ganados y reservados para esas grandes firmas del arte nacional.
No como ahora, normados por un régimen cultural y social fundado en el relativismo más perturbador, propiciador de la idea y concepto de que de que matar un perro en la vía publica puede ser una legitima obra de arte, así de sencillo lo dicta la doctrina de la practica creativa, historia y estética de la filosofía postmoderna y la contemporaneidad artística, algo que me parece perfecto, y muy propio de la cultura y sociedad de la cultural global que todos desde nuestras respectivas complicidades, hemos contribuido a construir y legitimar. Sobre esto, nada hay que hacer, solo esperar que la dialéctica como ciencia de la filosofía y de la historia, se ocupe de todo.
Pero Bosch, evidentemente refiriéndose sobre la entonces naciente pintura de Osiris, si se analiza su expresión en el contexto de la esencialidad filosófica y estética del Surrealismo como pensamiento y lenguaje desde su ortodoxia fundacional, advertimos que el gran pensador y humanista dominicano no se refería al maestro universal Salvador Dalí como sujeto referente perse, y creador de la corriente surrealista y personal “El método paranoico- crítico” para conceptualizar estéticamente su pintura, sino al Surrealismo como fenómeno estético, social, artístico, político e ideológico que, nacido de una gran crisis política global con énfasis en la Europa de postguerra había fundamentado la cimiente de su accionar e ideología en los principios más altos, nobles y radicales de la libertad y liberación de los procesos de mentales y metodológicos de creación artística como conquista y formulación irrenunciable para poner el arte y a los propios artistas al servicio de una nueva humanidad, negadora de las acciones catastróficas de la guerra.
Osiris Gómez proviene de una formación fundada en la experiencia, el entrenamiento y el virtuosismo técnico desarrollado durante sus años de trabajo como dibujante-ilustrador en los principales diarios de República Dominicana, específicamente en los periódicos El Nacional de Ahora, Periódico Hoy, Listín Diario, Ultima Hora y El siglo; incluyendo su trabajo en graficación para televisión al servicio de producciones televisivas conducidas por el famoso productor Freddy Beras Goigo, y también para el periodista Huchi Lora; quiere decir que las destrezas construccionales y dominio del dibujo y sus más variadas técnicas que vemos y sentimos en la obra evolucionada y actual de Osiris Gómez no es productor del azar, sino una suma de oficio de taller y vivencias de trabajo que han contribuido al afinamiento de sus destrezas asociadas a sus experiencias creativas, a lo cual se suma, como es obvio, su estancia académica en la Escuela Nacional de Bellas artes, hoy Escuela Nacional de Artes Visuales.
Para un mayor desciframiento de los lenguajes y discurso normativo del alfabeto que se convierte en corpus sustentador de la imagen visiva en la pintura surrealista de Osiris Gómez, necesario es observar los dominios acertados que el artista posee en términos técnicos, tanto en la cocción y aplicación del color en el entramado general del espacio pictórico, como en el hábil manejo de la modulación de masas y la relación armónica de esta con la volumetría corporal de los sujetos que actúan en las escenas de sus cuadros, definiendo de ese modo un orden lógico-perspectivico en su relación con los espacios interiores y exteriores que construye como soportes plásticos que le dan sostenibilidad visual y vital a sus pinturas, ya sean estos espacios simples o complejos, o bien la Arquitectura interior-exterior de la obra o la naturaleza como referente; a lo cual se agrega su sensible capacidad de impregnarle a sus escenas y obra toda la fuerza de su sentido inteligente para desbordar e imprimar sustanciosas películas de luz que el invaden el espectro espacial de la tela hasta impregnarle una delirante significación mística y simbólica a la atmosfera general de sus pinturas.
El repertorio pictórico de Osiris Gómez está impulsado por una fuerte resonancia semántica de orden místico que se inicia con el denso ritmo interior de sus personajes que se entrecruzan unos a otros con vida autonomía propias, los que poéticamente danzan como cuerpos ingrávidos y celestes cuya energía parece sustentarse en el misterio visivo de la luz más refulgente; unas nomenclaturas especulares y espectrales luminosas que nos recuerdan el blanco saturado, místico y conmovedor que la historia nos ha enseñado en “Los fusilamiento del 3 de mayo”, una de las obras cumbres de Francisco de Goya y Lucientes.
Este artista que se declara, actúa, y a si nos los hace sentir, como un auténtico y ortodoxo surrealista, sustenta la estructura compositiva de su obra sembrando en sus telas una familia de personajes relacionados y atmosféricamente unidos, directa o tangencialmente con los mundos oníricos e irracionales, respectivamente, de surrealistas de la dimensión de Max Ernst y Wifredo Lam; del primero, Osiris toma el ambiente misterioso de sus escenas relacionadas con la naturaleza, y del segundo, su vinculo panteísta y ritual con el bosque lirico y salvaje del Caribe.
Uno de los aciertos construccionales más acertados en términos plásticos, técnicos y estilísticos en la pintura de Osiris Gómez es su capacidad de conjugar y yuxtaponer en planos diferenciados, aunque conexos, superficies télicas tratadas como soluciones pictóricas abstractas y expresionistas, traduciéndolas en determinadas zonas de sus telas como ambientes pictoriales propios de naturaleza estilística asociadas a construcciones de naturaleza estética abstracto-geométricas, sumando todo ello a un estadio de simbolismo superior que eleva su discurso a una instancia iconológica de revelación simbólica y metafórica de gran sentido místico, cargadas de un peso de notable valor y significación visiva para la lectura, desciframiento y mirada perceptora que aproxima el ojo a sus telas con la intención de sentir el poder y seducción de su arte como lo que en esencia semántica y cosmogónica es, imágenes fundadas bajo la supremacía visual del ser.
Su pintura se refleja y traduce en la tela como portadora de un canal de conciencia dinámica, con una clara intención espiritual, psicológica y emocional sanadora y reflexiva, basada en el mítico poder que la tradición teológica, religiosa y cultural desde la iconología, le asignan a la imagen. Desde esta plataforma el artista ataca y seduce al espectador, logrando a momentos, en casos de contemplación retardada, a estados de éxtasis contemplativo, sobre todo en el contacto con aquellas obras y escenas desde las que fluyen un rosario de elementos de una fuerte carga simbólica con una tensión relacional entre imagen y el ojo que mira; imágenes y escenas que son capaces de hablar directamente con la consciencia del espectador, tales como acontece en aquellas pinturas en la que predominan las imágenes de caballos, abordada la simbología de este animal desde una visión fundada en la tradición mitológica griega que refiere la fuerza simbólica del caballo como una animal psicopompo, canalizador y mensaje del poder de los dioses a los hombres, y representación simbólica del místico viaje entre la tierra y el cielo.
Igualmente, peces/pez tratado iconológicamente desde la visión teológico bíblica de la más pura fuerza representacional divina de Jesucristo y de la abundancia solidaria; basta reconocer que el pez, según los textos bíblicas y los tratados de los doctores de la doctrina de la fe, este es la representación simbólica secreta, desde el cristianismo arcaico, dador de la revelación del nombre de “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador”; sombreros, asumido en su pintura como atuendo del dios griego Hermes, mensajero divino y protector de las fronteras, jefe del sueño, y que según la literatura mítica y las pruebas arqueológicas, llevaba sombrero tipo Pétaso de ala ancha, a la manera como lo usaban los antiguos viajeros para protegerse de la lluvia y el sol; la rueda/ratius y formas esferoidales(1); y sus personajes, una apreciable cantidad, hombres y mujeres portados de una enigmática vara mágica, que sin ser precisamente una flauta tocan sus boca como en un enigmático y cabalístico dialogo de conexión cósmica, intimista y espiritual con la naturaleza, el corazón de la tierra y el universo; igual, instrumentos musicales tan diversos como el piano, Guitarra y Trompeta; la Marimba, el Acordeón, la Tambora y la Güira, estos últimos correspondientes al instrumental básico de nuestra música autóctona, El Merengue. Todos articulados, visual y composicionalmente bajo la cohesión interna de su ritmo y contenido pictórico.
En la estructura compositiva y semántica de la obra de Osiris Gómez, cada uno de estos elementos forman parte de una compleja valoración que formula el artista sobre las significaciones míticas y psicológicas y emocionales que los seres humanos reciben desde las misteriosas fuerzas emanadas desde los fenómenos mítico-psicológicos encarnados en las fenomenologías de Eros y Tánatos, es decir, desde los centros mismos de los misterios del amor y de la muerte.
No es posible analizar los fundamentos estéticos de la pintura de Osiris Gómez sin antes reconocer el excelente dominio técnico que el artista tiene sobre “la ciencia artística del color”, la imprimación de luz y las resoluciones anatómicas con las que nos alecciona en el diseño y modelado volumétrico de pies y manos en sus personajes; sabe que sus figuraciones y formaciones, más las estelas de luz y color de sus escenas, son partes de un entramado totalizador de la imagen y del campo visual en el que la perspectiva, tanto aérea como vertical y horizontal es formulación clave para proyectar el estado de atmósfera espiritual que vemos y sentimos en sus telas; y esto es, porque el autor es un artista cuyo oficio proviene de un estado y proceso creativo que sentimos impulsado desde un estado espiritual y de conciencia en trance; una condición muy psicológica y propia de los artistas surrealistas más auténticos y puros, como aquellos que apostaron a la supremacía del automatismo, tal y como así lo dictara Bretón, tanto para la poesía como para la pintura.
El arte de Osiris su es esencialmente poético, nada caótico, ni salvaje, es una plasticidad plena de apuesta a los rigores filosóficos y estéticos de una modernidad, que en sintonía con los tiempos, no niega la función y valor espiritual y emocional de la belleza en su contacto y relación sincera con el espectador. Su pintura la defino como una actividad que fluye desde la hondura del espíritu y de su conciencia creadora, en la que la racionalidad creativa solo actúa como mensajera, como un acto de canalización de lo que él quiere conectar y comunicar al espectador como fantasía de su visión de la realidad cotidiana y de su relación con la naturaleza y las cosas; sus manos e imaginación no cosifican nada, lo elevan a una dimensión de placer visual y sentimiento capaz de fortalecer el estatus emocional del que mira y siente la fuerza e impulso poético de su arte.
Los dominios técnicos que el pintor nos muestra en la exposición de sus imágenes cargadas de movimiento, fuerza, ritmo y velocidad asociados a los campos de luz y color que sentimos en sus telas, en ocasiones dotadas de una luminiscencia místico-tropical relacionada al mundo fantástico de la pintora dominicana Ada Balcácer, nos hablan de un artista que se ha propuesto construir un mundo pictórico supradimencional apostando a la plantación de fenómenos de revelación de su sensible imaginación fantástica, desde las que evoca visiones y repertorios simbólicos próximos al misterio, aunque pactando siempre a la celebración de la vida y a la necesidad de la alegría por vivir, fenómenos que hay que descubrir y disfrutar plenamente en el enigmático universo de su pintura.
Si bien es cierto que he referido con énfasis el vinculo de la obra de Osiris Gómez con el Surrealismo, lo cierto es que mi referencia a este movimiento lo hago desde la perspectiva teórica y ontológica de este género como totalidad, de cómo mirar el mundo desde una perspectiva ideológica y psicológica que tiene como centro orbital la función social y espiritual del arte; sin embargo, correcto es reconocer que este artista establece unas relaciones formularías que tienen como espejo y experiencia oral la tradición mítica, cultural-caribeña y latinoamericana, y la novelística del Boom Latinoamericano, claramente patentados en el denominado Realismo Mágico y Lo Real Maravilloso, postulado como identidad cultural latinoamericana por el sabio pensador y teórico cubano Alejo Carpentier, quien así lo define con gran racionalidad teórica e intelectual en su celebrado libro “El Reino de Este Mundo”.
La pintura de Osiris Gómez es un territorio cargado de pasiones, vértigo, y equilibrio riesgoso entre un mundo y otro mundo: fantasía/realidad, abrazos y galopes laberinticos por donde parecen escaparse la angustia, el miedo y el dolor; lo cierto es que las complejidades construccionales en la organización espacial de sus pinturas se dan fenómenos plásticos técnicos de suma y amontonamiento de elementos diversos, próximos a la anamorfosis de la imagen para la conformación de hermosas anatomías corporales femeninas que, aunque aproximadas a los trucajes composicionales y de modelación anatómicas del pintor Giuseppe Archimboldo, en las que este famoso y enigmático maestro italiano celebra la belleza desde el feísmo como diaria el semiólogo Umberto Eco, en el particular caso del artista dominicano es todo lo contrario, su concepto y construcción técnico-estilística desde el amontonamiento/anamorfosico, Osiris lo convierte en un reino de fantasía y belleza suprasensorial, en la que prevalece su relacional dominio de la técnica y su accionar como un densificador poético de superficie.
Hablo de obras como aquella, en la que nuestro pintor construye como entramado retratistico en su pintura la obra titulada, “Retrato de Santiago”, en la que desde el fondo de la tela emerge una imagen rostrológica de medio cuerpo de estructura plástica fragmentada, desde la que el artista reconstruye obticialmente, sumando bajo el efecto transparencia, elementos diversos sobre cuerpo y rostro del sujeto hasta conformar la totalidad de la configuración anatómica de la imagen retratada de una hermosa mujer, una excelente pintura.
En esta obra, por ejemplo, simbólica y metafóricamente se puede sentir la rueda en movimiento, una casa victoriana, una silueta del Monumento de la ciudad de Santiago de los Caballeros; el follaje de los árboles y lo más representativo de su juego óptico, una hoja silvestre que, recordando las simbologías de Wifredo Lam asociadas a la naturaleza, se convierte en los seductores labios de la modelo que sirve de sujeto retratistico-referenical en la tela.
Efectos pasticos, visuales y estéticos que el pintor Osiris Gómez obtiene como procedimientos técnicos y de taller fundados en la asociación experiencial multitétnica y aplicación sensible de la decalcomanía, combinados con el grattage, el fumage, así como el sabio aprovechamiento del accidente pictorial en aquellas zonas libres próximas a la abstracción y al expresionismo abstracto, como acontece en determinadas franjas combinadas, en las que prevalecen relaciones alfabéticas combinadas entre figuración y abstracción en su pintura.
Una elemental mirada a la naturaleza estética de su pintura nos dice, que su arte como totalidad es una apuesta sincera a la elevación y no a la objetivación de los acontecimientos y las cosas; es por lo que apuesta a la resonancia, al eco de las voces del espíritu, a la intimidad de su propia voz expandida a las voces de los que no conocen la verdad de la belleza significada/significat en la luz de sus telas.
Los ejes normativos en la organización compositiva y espacial de sus pinturas están regidos por la racionalidad de la técnica, en la que prevalece el buen dominio de las aplicaciones texturales, la personal alquimia y cocción del color, el control del movimiento de los elementos orgánicos; definición de gestos plásticos y escorzos, veladuras, y el efecto contrastado luz y sombra, más el poético dominio y aplicación de la transparencia.
En su esencia, su arte proyecta un sentido oculto y místico, y unos límites formales bien determinados desde los que Osiris aborda temas perceptibles y cuasi perceptibles desde una caligráfica pictorial autónoma que se traduce en su obra a un fenómeno visivo de dimensión enigmática y simbólica, nunca misteriosa, que haga distanciarlo de la capacidad de seducción de la que es portadora en su naturaleza estética y espiritual la intimista sinceridad creativa de su pintura, desde la que el artista descarga sobre la tela su personal morfología psíquica-pictórico-creativa; en suma, su arte es una apuesta general a una representación visionaria y en alerta, atenta a todo cuanto acontece en torno a la dramática condición de la sociedad de nuestro tiempo.
Está claro que las imágenes generadas desde el interior de sus telas provenientes desde sus pensamientos y recursos imagéticos quiebran todo razonamiento lógico y racional de pensamiento y visión, dado que estos quedan invalidados por el flujo espontaneo y fuerza sobrenatural que parece mover los impulsos creativos de la mente y proceso creativo del autor, traduciendo de ese modo ante la mirada espectadora un conjunto de imágenes que si bien no mienten, desde su estado levitante y en evaporación, sí son capaces de danzar, tocar un instrumento musical, galopar como en el aire en un caballo; darse un abrazo o convivir en el bosque; estos personajes parecen vivir en un estado místico de ensimismamiento espiritual, de contemplación, de reflexión profunda y de condena, como apostaba Bretón, a todo acto posible de violencia, sobre todo contra la guerra; y en capacidad de celebrar el amor como un estadio de convivencia colectiva en plena y armónica relación cosmogónica entre hombre, universo, naturaleza, arte y fe.
El pintor Osiris Gómez, Como entroncado en los principios más ortodoxos que norman los fundamentos del Surrealismo desde los principios teóricos de los manifiestos redactados y escritos por André Bretón, está convencido de que como sentenciara Sigmund Freud, “El inconsciente es el estado más puro de la memoria”, razonamiento científico y porque no, también de fe, para sentir que su arte es consecuencia de su imaginación mas exaltada; del ímpetu y del impulso creativo de su personalidad artística, que lo define ante la escena del arte actual como un auténtico surrealista del siglo xxi, un pintor contemporáneo como así lo ha patentizado en la evolucionada presencia de su nueva producción pictórica del 2014-2015, titulada “Osiris entre dos mundos”, entre el sueño-fantasía y la realidad.
N O T A S
1.-Federico González (Buenos Aires 1933, Madrid 2014). “SIMBOLOS REVISTA INRTERNACIONAL DE ARTE-CULTURA-GNOSIS”, funda en 1991, VERSION IMPRESA.“Cosmogonía Perenne/el símbolo de la rueda” (…)”Tal vez, de entre los símbolos sacros de todos los pueblos sea el de la rueda el más universal. Ello se debe, por un lado, a que este símbolo aparece únicamente, directa o indirectamente tratado en todas las tradiciones, y parecería ser consubstancial al hombre, y por otro, a que la misma universalidad de los significados de la rueda, y su conexión directa o indirecta con los demás símbolos sagrados, en especial, números y figuras geométricas, hacen de ella una especie de modelo simbólico, una imagen del cosmos. Pues la rueda en el plano es un círculo, y la circularidad es una manifestación espontanea de todo el cosmos; por tanto esa energía ha de provenir de un punto central que la irradia, tal es el caso de una rueda, símbolo del movimiento y también de la inmovilidad, que puede girar y reiterar sus ciclos, posibilitando la marcha, merced a un eje inmóvil”. Federico González, poeta y filoso de origen argentino, es el autor del Diccionario de Símbolos, de amplia consulta internacional.
*El autor es Crítico de Arte, curador, consultor cultural; Miembro de la asociación Internacional de Críticos de Arte Aica, y de la Asociación Nacional de Críticos de Arte Adca; Premio Curador del año, otorgado por la Asociación Dominicana de Críticos de Arte Adca, en el año 2000